En el pueblo

15 febrero, 2019 0 Por fran

Fueron varios de los mejores años de mi vida los que pasé en aquella casa de verano que alquilaban mis padres. Era un pueblo pequeño de unos 700 habitantes que en época estival doblaba su población. Veníamos mucha gente del norte buscando más sol y calor. Recuerdo que los primeros años nos quedábamos en el camping del pueblo pero, finalmente, decidimos que lo mejor era alquilar una casa: más comodidad.

Tengo que decir que al principio eché un poco de menos el camping. Dormía con mi hermano mayor en un iglú al lado de la caravana, todo ello en la parcela que teníamos alquilada. Recuerdo que, algunas noches, hacía tanto calor que dejábamos abierto el iglú para tener un poco de fresco. Y así nos achicharraban los mosquitos. Menos mal que luego compramos unas mosquiteras baratas para evitar a los vampiros de la noche.

En el camping todo era más natural y entretenido, pero también un poco molesto. Debías ir a ducharte o hacer tus necesidades al baño comunal: y eso deja de tener su gracia a medida que uno se hace mayor. Recuerdo que el primer verano que estuvimos en la casa tuve menos contacto con mis viejos amigos del camping porque allí nos veíamos cada dos por tres. Pero luego hice nuevos amigos en el pueblo y todo volvió a la normalidad.

Lo que tampoco cambió en la casa, eso sí, fue el calor. Era una casa sin aire acondicionado y, además, mi habitación daba al sur con lo que era una caldera en las noches de más calor. Allí no había manera de dormir sin abrir la ventana. Mis amigos los mosquitos volvieron a por mí aprovechando que no teníamos mosquiteras baratas. Pero prefería unas picaduras que morir deshidratado, la verdad.

Hace muchos años que no voy a veranear a aquel pueblo, pero todavía lo echo mucho de menos, era una forma de vivir despreocupada totalmente ajena a la vida cotidiana en mi ciudad. Algún día tengo que volver y comprobar si la casa que alquilábamos todavía sigue igual… seguro que sí.